2011-08-23

UVAS PERDIDAS


En algunas zonas de secano de la Ribera, hace más de veinte años la principal riqueza agrícola se apoyaba en la viticultura. La producción de uva, tanto de mesa como vínica, suponía un capítulo esencial de ingresos, a veces el de más elevada cuantía.  En la Vall dels Alcalans: el Marquesat, Real, Montroi, Montserrat y Turís la actividad agraria giraba básicamente en torno al cultivo de la vid. Siempre en estos términos se han elaborado excelentes caldos que les dieron nombradía, como la mistela, el vino dorado, los tintos y claros.
Cuando el cooperativismo todavía no se había asentado de manera generalizada, los cosecheros más importantes disponían en sus haciendas de bodega propia, comercializando los vinos a granel. Turís, auténtica potencia vinícola valenciana, sería pionera en el embotellado, y su prestigio en este terreno ha ido en aumento año tras año. La obtención de uva para consumo en fresco acaparaba el máximo interés. En Alfarp, Catadau y Llombai la variedad moscatel era la predominante, aunque también se daban la rosetti y cardinal, entre otras, cubriendo las viñas la mayor parte de las áreas cultivables. En estas fechas de agosto se hallaba en pleno apogeo la vendimia, donde encontraba ocupación toda la mano de obra masculina y femenina. 
El trabajo de selección y envasado del fruto se hacía en el mismo campo, a veces situado a varios kilómetros del pueblo, y hasta allí se trasladaban a pie las cuadrillas de mujeres cargadas con su pequeña silla, goma faldar y tijeras, más 'el cabasset de la berena'. Y en el carro del 'raïmero', el cántaro-botijo. Su tarea, desde el alba al ocaso, a la sombra de frondoso algarrobo u olivo o bajo improvisado toldo, consistía en 'limpiar' uno a uno los exuberantes racimos, que eran alojados con esmero en los hondos 'basquets' o cajitas de madera. Los camiones iban a los campos a cargar la dorada y crujiente mercancía, ya con destino a los mercados, tanto nacionales como extranjeros.
Pero poco a poco fue perdiendo atracción este tradicional cultivo, y en la campaña 1988-89 se pusieron en marcha las sustanciosas primas por abandono de superficies vitícolas, establecidas por la CEE en sus Reglamentos Comunitarios, momento en el que empezó el arranque irreversible de viñedos. Entre 400.000 y 665.000 pesetas por hectárea venían a percibir los agricultores por 'prestarse' a eliminar las cepas, por lo que en pocos años hubo términos -como los tres del Marquesat- cuyas viñas desaparecieron totalmente. «Que siga lo que Déu vullga, que siga en bona hora i no ho tinguem que lamentar», exclamó a la sazón más de un labrador. Y una vez francas las tierras surgió la fiebre por los frutales de hueso, inundando las tierras de melocotoneros., hoy convertidos en una ruina. Y es que en el campo la seguridad nunca es completa.
23.08.11 - 00:12 - 


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